La vida es un continuo cambio, nada se queda quieto en nosotros o en nuestro derredor desde que nacemos. Las transformaciones de nuestro entorno, de las personas, de las maneras como nos comportamos y de la sociedad como un todo evolucionan de continuo, a veces con una velocidad que nos deja atrasados, por poco que nos detengamos.
Nací en siglo pasado, decir esto es señal inequívoca de que cargamos años; también de haber experimentado mutaciones increíbles en nuestro mundo. Para alguien como yo, que voy camino a los 71 años, a veces es difícil explicar cómo era nuestra vida sin televisión, sin teléfono, sin vehículo propio.
Del pasmo de haber podido asistir al nacimiento de una televisión en blanco y negro, más bien en tonos de grises con rayas y mucho ruido visual; entramos en una vorágine de variaciones y volteretas que no ha concluido y que por el contrario cada día parece acelerarse.
Estas transformaciones no se han quedado en el campo manejable de las cosas, han impactado con fuerza y profundidad a las personas y la colectividad tanto en su estructura fundacional como en sus partes constitutivas.
Decimos: "No somos los mismos", pensamos con certeza que todo cambió, añoramos los tiempos idos y soñamos con su idílico retorno, que hora tras hora se hace menos probable. Nuestras frases comunes nos amalgaman en creencias frustrantes. "Éramos felices y no lo sabíamos" o en dictámenes culpabilizantes: "Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde".. Que dejan un regusto amargo y empobrecen nuestra única opción posible: Vivir en el presente.
De mucha maneras terminamos por entender y aceptar que tenemos que adaptarnos, esa ancestral conducta que reiterativamente nos dice que quien no lo hace desaparece; adecuación convertida en resiliencia, que destaca la necesidad de hacer frente a un medio que puede ser cada vez mas y mas hostil y amenazante.
Esta publicación es un intento, un mero ensayo del autor en asimilar, no sé si en forma adecuada o efectiva, esos y muchos otros cambios; una declaración de pertenencia a una clase humana que gira cada vez mas rápido, que avanza en una eterna carrera, que dista de haber hallado la prometida felicidad del "Futuro".
Ya no es eficiente el cómodo y tranquilo método del consultorio; de la entrevista cara a cara. La sobreabundancia de aquellos que desean respuesta, supera con creces a cualquier intento de poder darles respuestas. Se hace necesario un procedimiento capaz de llegar a muchos en forma simultánea y con mayor efectividad. Acentuando la ya inmensa complejidad del asunto, se requiere además que el proceder tome en cuenta la condición humana y preserve la intencionalidad terapéutica de "Primero no hacer daño".
Las Redes Sociales, no han estado allí desde el comienzo de los tiempos; aparecieron hace solo segundos y se transforman al siguiente, radicalizando su influencia en todos los habitantes del planeta. Son tan nuevas y cambiantes, que han desafiado y derrotado a todos los poderes del pasado. Derrocan gobiernos, destruyen instituciones anteriormente solidas como el acero; ponen al desnudo corruptelas y vicios que barren en instantes poderosos políticos y testas coronadas. Sin que hayan podido ser controladas por ningún sistema político, por dictatorial que pretenda ser. Su poder es mayor y omnímodo, que cualquier otro que haya existido.
En atención a su ubicuidad y penetración social, parecen ser el vehículo idóneo para tratar de solucionar el problema de masificación de la atención psiquiátrica, antes planteado. No se trata de ciencia ficcion, es lo que esta ocurriendo en este mismo instante. Ese campo desconocido o apenas hollado por los profesionales de la salud; es terreno fértil, dominado por una legión de legos conocedores de lo fructífero que puede ser aprovecharse de un ser que sufre.
Circulan por esas redes prácticamente infinitas ofertas, que prometen la curación inmediata y sin esfuerzo de cualquier mal, real o ficticio; que padezca una persona, la única condición es que tenga a la mano un aparato capaz de tener acceso a ellas.
No se trata de una competencia desleal de miles de curiosos, iluminados, ignorantes y aprovechadores , sino más bien de la inundación destructiva de falsos conceptos y creencias, en ocasiones disparatados; que alejan a los pacientes de la probabilidad de ser orientados o ayudados; victimas desorientadas en mar de confusión, oscurantismo, torpeza, e inexperiencia.
Encarados ante esta realidad, solo quedan dos caminos: Hacerse el desentendido y esperar que las cosas se arreglen por sí mismas o penetrar con decisión en ese lúgubre pantano y llevar una luz de esperanza y verdad científica a los seres que sabemos padecen severamente sus enfermedades mentales.
Ese es el reto …Esta nuestra respuesta.